martes, 24 de abril de 2012

Sueño


He soñado con mi funeral. Lo cual no es gran cosa, pero ha conseguido marcarme de un modo profundo. Era un sueño simple.

En una funeraria yacía mi cuerpo dentro del ataúd. Esa caja que sirve para hacer creer a la gente que aun vale algo nuestro cuerpo sin vida. La gente alrededor mío, la mayoría con una expresión seria y otros pocos con una sincera tristeza. Dos salas a la derecha se encontraba otro funeral, un desconocido que ha muerto el mismo día que yo. Los rostros, los sentimientos y el comportamiento de las personas ahí eran idénticos al de los que estaban conmigo. No hay diferencia remarcable, es la misma escena en ambos lados del edificio, esa escena que se ha representado un sin número de veces en todas partes. Siempre igual.

Al ver que era lo mismo en ambos lados me sentí ofendido ¿Cómo podía ser lo mismo? ¡Yo lo medite, yo tuve el valor de rasgarme la piel!… ¡ver mi sangre correr!... ¡yo saboree la muerte, la desee! Él murió en un accidente desafortunado, su muerte fue una casualidad, la mía una vulgar obra de arte.

Yo no quería nada de esto; yo no quería gente aquí, ni lágrimas pasajeras, ni recuerdos insignificantes de mi persona. Yo no quería una caja, ni velas, ni café, ni galletas...Yo solo quería morir. Morir y ser olvidado.

jueves, 19 de abril de 2012

Conversación inesperada

Siempre creí que moriría de una forma tranquila, quizás sentado en la sala de mi casa esperando la muerte. Viendo al horizonte y evocando los recuerdos de la vida que iba dejando atrás, repasando cada detalle de ellos, con minuciosidad y desconfianza, provocadas por la poca fiabilidad de los recuerdos propios y ajenos. Esta de cierto modo, era mi muerte soñada, lenta y tranquila.

No sé cómo ha pasado, de repente heme aquí entrando en el infierno, jamás creí que fuese de este modo: se asemeja demasiado a cualquier ciudad grande del mundo, pero con un caos aun mayor imperando en las calles, grupos de gente peleando, otras simplemente conversan y hay quienes simplemente solo observan. No hay carros, o algún medio de transporte, ni tecnología ni nada por el estilo. Una anarquía total eso es, pura y  completa anarquía. ¿Qué cómo sé que es el infierno? La verdad no lo sé, solo lo intuyo.

Sigo descendiendo, cayendo dentro del infierno, aun no consigo saber porque he terminado en el inferno. Tengo tantas preguntas, no soy capaz de recordad ni como morí. No recuerdo nada de mi vida, pero por alguna razón se donde estoy, es un sentimiento de certeza que…

-Eso es porque sabias que era aquí donde ibas a terminar-

- ¿Por qué no recuerdo nada de mi vida, más sin embargo sé que estoy muerto?-

- Al morir olvidas tu vida no es necesario que la recuerdes, nada de ella te será útil aquí-

-¿Quién eres?-

- Tú sabes que soy el amo de este lugar, no pierdas el tiempo haciendo preguntas cuyas respuestas conoces-

Para ser Satanás era el ser más hermoso que jamás había visto, no hay palabras capaces de describir semejante belleza, reflejaba tranquilidad, serenidad, una enorme paz. Todo lo contrario a lo que describen. Podría solo contemplarlo, quizás para siempre, pero tengo tantas preguntas.

-¿Por qué termine aquí?-

- ¿Por qué no?-

- Bueno, tengo la sensación de haber llevado una vida normal, siempre bajo la ley, pude haber sido una buena persona-

-Me das una respuesta pretenciosa, y aun así te preguntas que haces aquí, no crees que es irónico ¿Quién dijo que lo normal es lo correcto? Esto no es la vida-

- ¿Pero si soy un hijo de dios?

-¿Qué te hace pensar que tu dios los ama en verdad? Ni siquiera se compadece de ustedes, mas sin embargo siempre creerán lo que él quiera, siempre tendrá el grandioso libre albedrio para escudarse y seguir con su farsa, y ustedes que le tienen fe –

-¿Cómo es posible? Nada es tomado en cuenta… ¿Entonces, para que existimos?-

-Digamos que son nuestro programa de televisión favorito-

-¡Como se atreven! ¡Nosotros no somos sus juguetes! Tenemos conciencia…-

-Nosotros moldeamos su conciencia, como si fuese plastilina. En realidad ustedes creen lo que queremos que crean, ateos, budistas, católicos, musulmanes, todos son creaciones nuestras-

-Ahora entiendo, solo lo hacen para darle variedad a su entretenimiento, no somos más que sus payasos particulares-

-Ese es su único mérito, que tienen la capacidad de deducción, pero nadie lo usa, a nadie le gusta saberse el payaso de los demás, claro de una forma no intencionada. Ustedes se sienten dueños de sí mismos, que tienen la completa libertad de elegir entre el bien y el mal, que ustedes se han creado sus propias reglas, ja que ingenuos y pretenciosos son los humanos, siempre creyéndose importantes, únicos, especiales, eso se llama vanidad pura y simple vanidad, y aun así se preguntan el ¿por qué terminan en esta lugar?…

Fue en ese momento que recordé la forma en que había vivido, todas y cada una de mis acciones, siempre impulsadas por mi ego, por mi necesidad, puro y simple instinto. Es triste darse cuenta de esta realidad, saberse el títere de seres más poderosos (una constante en mi vida), siempre he hecho lo que me han dicho, en la familia, en el trabajo, en la escuela nunca tuve una opinión propia.

-Bueno, y ¿Cuál será mi tormento en este lugar?... ¿Cuál será mi castigo?-

-¿Castigo? Ja que te hace pensar que ocupo mi tiempo pensando en un castigo para ustedes. La verdad es que no hay paraíso ni infierno, solo este lugar que es el depósito de basura del mundo. Tu no me interesas nunca nos has importado, sal gasta tu eternidad ahí afuera. Conviértete en una rutina sin fin ni razón ahora que sabes cual es tu propósito-.

Prefiero los funerales

Y la muerte y yo nos vemos tan seguido.
Diane Wakoski.

Yo no sé, quizá sucede que mi familia tiene muchos parientes o es que la gente se muere muy seguido. Y parece que con la adolescencia adquirí un derecho no reclamado: el de estar del tingo al tango con mi madre en visitas de hospitales, funerarias y entierros.
Los funerales molestan menos, hay café y culpas asumidas. Pero los hospitales…
A lo mejor  es que hoy estoy alterada y eso me impide dejar de llorar. Llevo, en la semana, una visita a la hija leucémica de no sé quién, y el trasplante de riñón de tía Bertha. La primera clínica no estaba mal, la segunda vendía tortas infames.
Me molesta llorar sin control, aunque, francamente, tengo mis razones para estar así, como enfurecida; es el segundo intento de suicidio de mi mamá en menos de un año. Ya para el tercero, a ver quién llama al médico, porque yo, no.
Era mejor cuando vivía papá. Él sí que no permitía a mamá llevarme a sus relajos. Nos quedábamos viendo películas. Las de asesinos psicóticos nos gustaban mucho.
Ambos tratábamos de adivinar cómo matarían a la próxima víctima. Sospecho que papá hacía trampa en el juego y había visto todas las películas y ganaba siempre.
El día que papá murió mi madre estaba contenta. Quiero decir, no contenta contenta de alegre, sino, más bien, realizada por un lado y triste por el otro. Su vida era consolar a los familiares del enfermo, del herido, del muerto, y ese día, todos le devolvieron el favor sin tardanza. Ni en las fiestas que daba mi padre vi tanta gente como en su entierro. Aunque la mayoría eran personas conocidas de mamá.
A veces, en la noche, la oigo entrar a mi cuarto. Me revisa el pulso, la respiración, suspira y se va.
Cualquiera tendría un mal presentimiento por su actitud –de alguna manera soy su única posibilidad de volver a ser consolada -pero yo estoy sana; gracias a ella ninguna enfermedad me acecha. Sé que el suspiro es de alivio y por eso confío.
Tal vez mamá hubiese preferido que llamara a alguien por su hospitalización, pero quién sabe: como la vez pasada evitamos el tema, no me arriesgué. Yo no sé organizar estas cosas. La verdad me aburren, no me parezco a ella. La acompaño a sus quehaceres más por costumbre que por gusto. Insisto, dado el caso, prefiero los funerales. Además, el negro me queda bien y a mamá no le molesta que vaya a la moda siempre y cuando elija el color negro en mi ropa. Eso de que me sienta bien lo obscuro me lo dijo mi primo en el velorio de su padre. Fuimos a la parte trasera de la casona y lo consolé a mi modo con bastante buen resultado.
Me duelen los brazos. Mamá es delgada pero creo que la gente pesa más cuando está dormida. Ni modo, hubo que cargarla, de aquí a esperar a que llegara la ambulancia. Además los vecinos…
Este Jorge ya tardó. Es el doctor de la familia. Mamá siempre lo atormenta con enfermedades imaginarias y el la tolera. Digo imaginarias porque mi madre solo ha requerido hospitalización cuando intenta matarse. Pobre, eso debe ser frustrante.
Al fin aparece Jorge con mala cara.
-Creo que esta vez se le pasó la mano -me dice.
Quedo muda. El llanto se me corta.
-No pude hacer nada –se disculpa.
La sorpresa me confunde. ¿Qué iba a hacer sin ella? Es decir, yo no sé organizar estas cosas y detesto que me abrazoteen y besuqueen desconocidos –los rostros húmedos, las ropas negras que apestan a naftalina-. Y todo lo de la funeraria: los telefonemas, las flores, ¡Dios mío, las esquelas!
-¿Quieres pasar a verla?
Respondo no, y sin hacer caso de algo que intenta decir me encamino a la salida. Entonces decido escapar, huir, volver en tres días cuando todo haya acabado.


Carolina Luna.

A Maria del cielo

Y ya al pisar los últimos abrojos
De esta maldita senda peligrosa
Haz que ilumine espléndida mis ojos
De tu piedad la antorcha luminosa
García Gutiérrez.
Flor de Abraham que su corola ufana
abrió al lucir de redención la aurora:
tú del cielo y del mundo soberana,
tú de vírgenes y ángeles Señora;

Tú que fuiste del Verbo la elegida
para Madre del Verbo sin segundo,
y con tu sangre se nutrió la vida,
y con su sangre libertose el mundo:

tú que del Hombre-Dios el sufrimiento,
y el estertor convulso presenciaste,
y en la roca del Gólgota sangriento
una historia de lágrimas dejaste;

tú, que ciñes diadema resplandente,
y más allá de las bramantes nubes
habitas un palacio transparente
sostenido por grupo de querubes

y es de luceros tu brillante alfombra
donde resides no hay tiempo ni espacio,
y la luz de ese sol es negra sombra
de aquella luz de tu inmortal palacio.

Y llenos de ternura y de contento
en tus ojos los ángles se miran,
y mundos mil abajo de tu asiento
sobre sus ejes de brillantes giran;

tú que la gloria omnipotente huellas,
y vírgenes y troncos en su canto
te aclaman soberana, y las estrellas
trémulas brillan en tu regio manto.

Aquí me tienes a tus pies rendido
y mi rodilla nunca tocó el suelo;
porque nunca Señora, le he pedido
amor al mundo, ni piedad al cielo.

Que si bien dentro del alma he sollozado,
ningún gemido reveló mi pena;
porque siempre soberbio y desgraciado
pisé del mundo la maldita arena.

Y cero, nulo en la social partida
rodé al acaso en páramo infecundo,
fue mi tesoro una arpa enronquecida
y vagué sin objeto por el mundo.

Y solo por doquier, sin un amigo,
viajé, Señora, lleno de quebranto,
envuelto en mis harapos de mendigo,
sin paz el alma, ni en los ojos llanto.

Pero su orgullo el corazón arranca,
y hoy que el pasado con horror contemplo,
la cabeza que el crimen volvió blanca
inclino en las baldosas de tu templo.

Si eres ¡oh Virgen! embustero mito,
yo quiero hacer a mi razón violencia;
porque creer en algo necesito,
y no tengo, Señora una creencia.

¡Ay de mí! sin creencias en la vida,
veo en la tumba la puerta de la nada,
y no encuentro la dicha en la partida,
ni la espero después de la jornada.

Dale, Señora, por piedad ayuda
a mi alma que el infierno está quemando:
el peor de los infierno... es la duda,
y vivir no es vivir siempre dudando.

Si hay otra vida de ventura y calma,
si no es cuento promesa tan sublime,
entonces ¡por piedad! llévate el alma
que en mi momia de barro se comprime.

Tú que eres tan feliz, debes ser buena;
tú que te haces llamar Madre del hombre,
si tu pecho no pena por mi pena,
no mereces a fe tan dulce nombre.

El alma de una madre es generosa,
inmenso como Dios es su cariño:
recuerda que mi madre bondadosa
a amarte me enseñó cuando era niño.

Y de noche en mi lecho se sentaba
y ya desnudo arrodillar me hacía,
y una oración sencilla recitaba,
que durmiéndome yo la repetía.

Y sonriendo te miraba en sueños,
inmaculada Virgen de pureza,
y un grupo veía de arcángeles pequeños
en torno revolar de tu cabeza.

Mi juventud, Señora, vino luego,
y cesaron mis tiernas oraciones;
porque en mi alma candente como el fuego,
rugió la tempestad de las pasiones.

Es amarga y tristísima mi historia;
en mis floridos y mejores años,
ridículo encontró, buscando gloria,
y en lugar del amor los desengaños.

Y yo que tantas veces te bendije,
despechado después y sin consuelo,
sacrílego, Señora, te maldije
y maldije también al santo cielo.

Y con penas sin duda muy extrañas
airado el cielo castigarme quiso
porque puse el infierno en mis entrañas;
porque puso en mi frente el paraíso.

Quise encontrar a mi dolor remedio
y me lancé del vicio a la impureza,
y en el vicio encontré cansancio y tedio,
y me muero, Señora, de tristeza.

Y viejo ya, marchita la esperanza,
llego a tus pies arrepentido ahora,
Virgen que todo del Señor alcanza,
sé tú con el Señor mi intercesora.

Dile que horrible la expiación ha sido,
que horribles son las penas que me oprimen;
dile también, Señora, que he sufrido
mucho antes de saber lo que era crimen.

Si siempre he de vivir en la desgracia,
¿por qué entonces murió por mi existencia?
si no quiere o no puede hacerme gracia,
¿dónde está su bondad y omnipotencia?

Perdón al que blasfema en su agonía,
y haz que calme llorando sus enojos,
que es horrible sufrir de noche y día
sin que asome una lágrima a los ojos.

Quiero el llanto verter de que está henchido 
mi pobre corazón hipertrofiado,
que si no lloro hasta quedar rendido
¡por Dios! que moriré desesperado.

¡Si comprendieras lo que sufro ahora!...
¡Aire! ¡aire! ¡infeliz! ¡que me sofoco!...
Se me revienta el corazón ... ¡Señora!
¡Piedad!... ¡Piedad de un miserable loco!

Antonio Plaza Llamas