Llegue tarde a casa de Fernando, siempre me ha agradado
llagar a las fiestas cuando ya están llenas de gente, así puedo dedicarme a
beber rápida y desmesuradamente sin ser juzgado. Lo mejor de esas reuniones de
la universidad es el alcohol. Al contrario de las platicas que casi siempre son
sosas y cargadas de una falsa moral que me desespera, o quizás es solo mi
pequeña misantropía, no lo se.
Ya con caguama en mano bebía apresuradamente, y no tarde en
dejar el envase de litro doscientos vacío. Me apresure a ir en busca de otro
trago. Decidí ir a explorar el lugar, ver si podía encontrar algo nuevo que
resaltara. Veía rostros familiares y actitudes conocidas. Besos apresurados en
algún rincón, llenos de caricias furtivas en la obscuridad; platicas que
evocaban tiempos que parecían mejores; anécdotas humillantes de conocidos y
desconocidos que ya conocía, y que no me interesaban. Y claro, todos fingiendo
saber de lo que se trata la vida. Fue en mi búsqueda que tropecé contigo y tus
ojos obscuros, más embriagantes que la
cerveza. Yo atónito, no pude más que seguirte con la mirada, seguir el dulce
movimiento de tu cabello, y ese vaivén de tus caderas que me hipnotizo.
Fui en busca de Fernando para preguntar por ti. No obtuve más que una respuesta
negativa y dos o tres consejos para que te hablara.
Mi cerveza y yo rondamos por la fiesta buscando un momento
para intercambiar una sonrisa o quizás algunas palabras.
Te vi cruzar la sala te dirigías al baño, sabia que era mi
única oportunidad, fui tras de ti no sabia que decir, quizás solo preguntar tu
nombre o quizás solo una sonrisa no lo se cualquier cosa. Tu te volviste me
miraste fijamente y yo me quede petrificado, tu mirada era de una belleza
insoportable, expresaba todo y nada. Sonreíste y sin decir más, me besaste. Fue
un beso largo, lento y lleno de calor, de esos besos que jamás se olvidan.
Luego vino un silencio, mientras mis manos se negaban a soltar tu cálido cuerpo,
yo me iba impregnando todo de ti: de tu figura, de tu aroma, de tu sabor.
Quería decir que te amaba, eso era lo que sentía, podría quedarme ahí parado
contigo todo el tiempo, no importaba, nada importaba. Tú también querías
decirlo, o al menos eso es lo que quiero recordar. Deseamos juntos que el mundo
se acabara y morir juntos en ese instante. Pusiste un papel en mi mano y te
fuiste. Saliste de la fiesta sin decir nada. Me quede atónito no sabia como
reaccionar. Leí el papel “nos vemos mañana frente a la biblioteca de la escuela
a las 12”.
Jamás supe a que hora escribiste ese papel. Esa noche no
pude dormir pensé en ti todo el tiempo, te imagine de mil formas distintas,
pero todas perfectas. Imagine que te gustaba leer; que escribías poemas; que
llorabas como nadie llena de melancolía; que me entenderías en todas mis
locuras e ideas extrañas. Esa noche te amé, y era un amor tan embriagante.
Llegue 15 minutos antes de la cita y me quede sentado
esperándote. Tú llegaste puntal, justo a las 12 te vi. Venias con tu caminar
suave e hipnotizante de la noche anterior. Te acercaste y sin decir más me
besaste, pero el beso fue vacío, parecía más una formalidad. Y tus ojos ya no
eran embriagantes. No pude soportarlo, mire hacía otro lado y pregunte como
estabas. Bien, fue todo lo que dijiste y surgió un silencio áspero. Te
apresuraste a buscar algo que comentar y me hablaste de tus padres, tu perro,
tu hermano, y como te trataba la escuela. “¿Te gusta leer?”, te pregunte
interrumpiéndote. Reíste para luego responder “No, pero entonces yo estaba así cuando
mi papá…”. Eso me confundió, casi no pude soportarlo, ya no eras tu la misma
que yo imagine, esa que sería capaz de entenderme, eras otra persona no eras a
quien yo amé por la noche. No me interesaba tu autobiografía u oír de tus
recuerdos que jamás serían míos. Tu seguías hablando “…y mi amiga me dijo que
era lo mismo, y nos empezamos a reír todos…” y la desilusión y desesperación se
apoderaban de mi cada vez más. No podía reclamarte, decirte embustera, que todo
había sido una farsa, no a fin de cuentas no hiciste nada. No pude soportarlo,
tenía el corazón roto. Me levante y me fui, tu te quedaste. Ya no te oí decir
nada, ya no podía. Habías destrozado mi amor por ti, no, no era por ti, yo ame
a alguien más que imagine y deposité en tu cuerpo. Alguien que a veces…
extraño.