martes, 8 de enero de 2013

Idilio


Llegue tarde a casa de Fernando, siempre me ha agradado llagar a las fiestas cuando ya están llenas de gente, así puedo dedicarme a beber rápida y desmesuradamente sin ser juzgado. Lo mejor de esas reuniones de la universidad es el alcohol. Al contrario de las platicas que casi siempre son sosas y cargadas de una falsa moral que me desespera, o quizás es solo mi pequeña misantropía, no lo se.

Ya con caguama en mano bebía apresuradamente, y no tarde en dejar el envase de litro doscientos vacío. Me apresure a ir en busca de otro trago. Decidí ir a explorar el lugar, ver si podía encontrar algo nuevo que resaltara. Veía rostros familiares y actitudes conocidas. Besos apresurados en algún rincón, llenos de caricias furtivas en la obscuridad; platicas que evocaban tiempos que parecían mejores; anécdotas humillantes de conocidos y desconocidos que ya conocía, y que no me interesaban. Y claro, todos fingiendo saber de lo que se trata la vida. Fue en mi búsqueda que tropecé contigo y tus ojos obscuros,  más embriagantes que la cerveza. Yo atónito, no pude más que seguirte con la mirada, seguir el dulce movimiento de tu cabello, y ese vaivén de tus caderas que me hipnotizo.

Fui en busca de Fernando para preguntar  por ti. No obtuve más que una respuesta negativa y dos o tres consejos para que te hablara.

Mi cerveza y yo rondamos por la fiesta buscando un momento para intercambiar una sonrisa o quizás algunas palabras.

Te vi cruzar la sala te dirigías al baño, sabia que era mi única oportunidad, fui tras de ti no sabia que decir, quizás solo preguntar tu nombre o quizás solo una sonrisa no lo se cualquier cosa. Tu te volviste me miraste fijamente y yo me quede petrificado, tu mirada era de una belleza insoportable, expresaba todo y nada. Sonreíste y sin decir más, me besaste. Fue un beso largo, lento y lleno de calor, de esos besos que jamás se olvidan. Luego vino un silencio, mientras mis manos se negaban a soltar tu cálido cuerpo, yo me iba impregnando todo de ti: de tu figura, de tu aroma, de tu sabor. Quería decir que te amaba, eso era lo que sentía, podría quedarme ahí parado contigo todo el tiempo, no importaba, nada importaba. Tú también querías decirlo, o al menos eso es lo que quiero recordar. Deseamos juntos que el mundo se acabara y morir juntos en ese instante. Pusiste un papel en mi mano y te fuiste. Saliste de la fiesta sin decir nada. Me quede atónito no sabia como reaccionar. Leí el papel “nos vemos mañana frente a la biblioteca de la escuela a las 12”.

Jamás supe a que hora escribiste ese papel. Esa noche no pude dormir pensé en ti todo el tiempo, te imagine de mil formas distintas, pero todas perfectas. Imagine que te gustaba leer; que escribías poemas; que llorabas como nadie llena de melancolía; que me entenderías en todas mis locuras e ideas extrañas. Esa noche te amé, y era un amor tan embriagante.

Llegue 15 minutos antes de la cita y me quede sentado esperándote. Tú llegaste puntal, justo a las 12 te vi. Venias con tu caminar suave e hipnotizante de la noche anterior. Te acercaste y sin decir más me besaste, pero el beso fue vacío, parecía más una formalidad. Y tus ojos ya no eran embriagantes. No pude soportarlo, mire hacía otro lado y pregunte como estabas. Bien, fue todo lo que dijiste y surgió un silencio áspero. Te apresuraste a buscar algo que comentar y me hablaste de tus padres, tu perro, tu hermano, y como te trataba la escuela. “¿Te gusta leer?”, te pregunte interrumpiéndote. Reíste para luego responder “No, pero entonces yo estaba así cuando mi papá…”. Eso me confundió, casi no pude soportarlo, ya no eras tu la misma que yo imagine, esa que sería capaz de entenderme, eras otra persona no eras a quien yo amé por la noche. No me interesaba tu autobiografía u oír de tus recuerdos que jamás serían míos. Tu seguías hablando “…y mi amiga me dijo que era lo mismo, y nos empezamos a reír todos…” y la desilusión y desesperación se apoderaban de mi cada vez más. No podía reclamarte, decirte embustera, que todo había sido una farsa, no a fin de cuentas no hiciste nada. No pude soportarlo, tenía el corazón roto. Me levante y me fui, tu te quedaste. Ya no te oí decir nada, ya no podía. Habías destrozado mi amor por ti, no, no era por ti, yo ame a alguien más que imagine y deposité en tu cuerpo. Alguien que a veces… extraño.