Se encontraba sentado en su sillón,
contemplando el tiempo, viéndolo escurrirse por las paredes, los muebles, su
vida; para luego filtrarse por las grietas del suelo y consumirse sin dejar
huella. Se preguntaba como era posible que hubieran transcurrido 48 años de su
vida, él lo sentía tan poco y a la vez demasiado.
Saco un álbum de fotografías, el único
que guardaba. Y curiosamente no había ninguna foto de él en aquel álbum. No
podría soportar ver la erosión que el tiempo había dejado.
El álbum estaba dividido en dos
partes, una llena de fotos de amigos, de situaciones graciosas y locuras de
toda clase.
Él miro aquellas fotos, algunas de su
juventud, otras no tanto y algunas pocas que no tenían más de 4 años. Miraba
los rostros, los lugares y añoraba los momentos; reía con recuerdos olvidados y
rememoraba pláticas empolvadas en su mente. Cada página, cada imagen lo
hundía en una melancolía cada vez más
grande y con ella llego a la segunda parte del álbum.
En ella solo había fotos de mujeres,
rostros y rostros de mujeres que desfilaban frente a sus ojos y que parecían
mirarlo con ternura. Sus sentimientos comenzaron a desbordarse, al mirar a
todas aquellas mujeres con las que él había compartido su vida y que quiso. Su
corazón parecía que se detendría. Ahora con todo el tiempo transcurrido, no era
capaz de recordar el nombre de todas, ni sus actitudes o gustos. Lo único que
tenia eran momentos hermosos, entrañables con una mujer ficticia, formada con
las partes de todas; con un monstruo de su imaginación. No con ellas, que lo
contemplaban con ternura.
Sus esfuerzos fueron en vano. Los
recuerdos no se mostraban claramente, solo mostraban cuerpos sin caras, voces
irreconocibles y una nostalgia absoluta. Añoraba a todas, a todas las mujeres
que lo amaron. Extrañaba su aroma, sus pláticas, sus enojos. Pero más que nada
extrañaba su vida.
Ahora solo y tirado en el sillón, con
una cerveza en su mano sabía que no había marcha atrás, que nada volvería a
comenzar. No se arrepentía de su vida, vivió como quiso.
Mejor dicho no
extrañaba su vida, solo extrañaba su juventud que se evaporo en el tiempo sin
dejar huella.